OCURRE QUE

Abunda tu manera de andar por mis entrañas y tu ineficiente presencia en mi día a día. Marcada en mis pisadas, enemiga de mis palmas. Rompes las hojas al plasmo de tu nombre, pero tu olor no sale del conjunto. Tras enterarme de que no hay vida después de usted, la locura brota y la muerte aguarda. A la espera de tu retrato permanecen emociones, como aquella de nostalgia que no me deja.  Siento que, desde la anulación de nuestro pronombre, sería inadecuado renovarlo con otra, otra mirada, otra sonrisa u otra carita.

El tiempo que no ocurre se desvanece, no es. Sin ti nada es. Estoy a tu llegada, espero inviernos, veranos, aunque todo se parece, sin ti, todo es frío. Falta el roce de almas, de piel. El insensato y repetitivo movimiento de tu pierna al perder la paciencia. Tu afán de jugar con tus manos y estudiarlas línea por línea. Tu mirada buscando unas lindas en la habitación. Tu caminar por la calle buscando lo bonito de la vida y consecuente, sacar tu cámara para capturarlo. Extraño el sentir de tu mirada cuando hablo. Tu peculiar risa al observar mi cara y tu respuesta: “Qué bonito eres”.

El hecho de lo imposible que te es permanecer quieta en la silla. La comezón que te inventas en tus brazos cuando llegan nervios. Tu mirada fija en el objetivo y tu manera de memorizarlo. El bailar de tus dedos al ritmo de las palabras y tu frustración de no ser lo que esperas. La sorpresa de que, en montones de manos, las mías eran tus favoritas. El rayo de sol en tu cara al despertar que mucho no te gustaba. La tranquilidad de saber que estás a mi derecha en las noches y en todos lados durante el día. Que sin miradas nos encontramos, y sin palabras nos conectamos. El efecto de haber sido uno mismo y el defecto de que ya no más. La necesidad de saber qué haces, la importancia de qué piensas y el silencio en la carretera. La felicidad de los domingos nublados de mañana, de las horas con tu padre por el cielo, y las tardes de té con tu madre.
La flecha que juntos trazamos aquella tarde perdidos en el bosque, apuntando hacia arriba, ya va bajando. Y del norte tú, y al sur yo, no nos encontramos. Sabiendo que sin dirección vamos de regreso y no juntos esta vez. El frío de tu cuerpo y mi intento de cambiarlo. Tu credibilidad sobre el destino del día puesto en tus pies, con la costumbre de no salir temprano si no salía como lo esperabas.
El dolor de escribirte en pasado con la certeza de que ya no hay futuro.

La cuenta progresiva al treinta. (Treinta)

Por Estefanía flores arévalo.

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