NUEVE MIL KILÓMETROS

Veo a la gente pasar, veo las hojas caer, siento el frío congelar mis huesos, y la cama se siente vacía.

Todo sin misericordia al yo recordarte. Al anhelo presencia, al deseo de tu mirar, al ansia de tus manos por mi cuerpo. Quisiera volver al tiempo para quitarme el miedo de responder a ese «te quiero». A ese miedo de poder sentir lo que me provocas. Eso que no me deja dormir, que pone el semáforo en rojo para dejarte pasar repetitivamente por mi pensar. 

Donde pareciera que solo transitas tú. Que las calles llevan tus apellidos y la ciudad tu nombre.

Entonces de qué me sirve esta gran ciudad si solo pienso en ti, si solo quiero esperar por ti. Esta ciudad que en soledad no es lo mismo. Sin esa llama que avivábamos para calentar el otoño, y ni se diga del invierno. El fugo que surge al estar los dos un ratito a solas, ahí cuando se nos iban las horas, desaparecían los problemas, y cuando de repente solo existíamos los dos. 

Te encuentro en cada esquina de mi tonto pensar. Como si no pudiera desprenderme de ti, como si me persiguiera el olor de tu cabello y como si en la obscuridad tu mirada iluminara mi camino. Y está bien, puedes habitar aquí. 

Y si no lo pude decir entonces, entiéndelo en estas letras.

También te quiero.

Por Estefanía flores arévalo.

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